En los años 60 y mediados de los 70, mi tío era apenas un jovencito. Según él, disfrutaba mucho andando en su bici tipo aurorita plegable. Al crecer, el rodado 20 le quedó chiquito y la abandonó en el húmedo, frío, sucio y casa de ratas, cuartito de la casa de mi abuela Iamna (Amalia), su madre.
Yo nunca tuve una bicicleta. Las pocas veces que andaba en este artefacto tenía que luchar con mi hermano para que me la prestara, o iba a la casa de una amiga que tenía varias y salíamos a pasear.
Este año me decidí a tener bici sí o sí. Medité con mi hermano al respecto y acordamos que la opción más trabajosa y factible era restaurar una bicicleta antigua de las que había en la casa de mi abuela. Así empezó. Subimos al cuartito húmedo, frío, sucio y casa de ratas, que está en la terreza de la casa de mi abuela Amalia y le dije a mi hermano: "Fede, bajemos la bicicleta del tío así la arreglamos!!". La sacó con entusiasmo y reafirmamos nuestro pensar...la bicicleta ya había sido restaurada por mi abuelo Pedro hacía ya varios años, pero estaba en bastante malas condiciones. Fede la bajó al patio, yo le pasé un trapo con Agua de Jabel*. En ese momento, se pudo lucir mejor...la bici estaba pintada con esmalte sintético Naranja y blanco, y era horrible... además la pintura se descascaraba con facilidad.
Después de una semana de haberla bajado comenzó el proceso de restauración. Mi hermano y yo estuvimos bastante obsesionados con el tema, a razón de quedarnos hasta muy tarde hablando de los materiales, colores, pasos a seguir, investigando en internet, etc. La limamos bastante tiempo. Sólo empleando un par de horas los fines de semana, y no todos, la terminamos y ahora me traslado en ella de aquí para allá.
En una próxima entrada trataré de describir el proceso de restauración de alguna manera, ya que no documentamos nada, no existen fotos ni fechas ni tiempos reales. Sólo existe mi bici hoy en día.
*Utilicé esta otra forma de llamar a la lavandina en honor a un profesor de química que tuve una vez.